"Una tumba profanada es como una tumba intensificada. Cuando la destrucción, es decir, la muerte, pasa sobre la muerte, redobla su trágico interés" -nos dice Unamuno en sus "Andanzas y visiones españolas"-.
Una intimidad que, por ser sugerida mediante precisas instrucciones, por ser pretendidamente igualitaria e incluso tentadora para algunos debido al espejismo de la transgresión -tan de moda últimamente-, que no goza del encanto de lo sublime, de aquello que se teje lentamente por ser tan nuestro, sino que es producto de un tedioso fordismo falto de individualidad y de teatrales prácticas sexuales, no puede ser más que algo efímero que, posiblemente, solo una vez -si cabe- "redoble su trágico interés". Y, por tanto, es un absurdo el pretender elevar dichas prácticas al rango de los usos y costumbres sociales cuando, ni por asomo, lo son.
Del mismo modo, Goethe, por medio del joven Werther, se lamentaba allá por 1774. Las reglas de una sociedad burguesa empeñada en modelar al individuo por las leyes y el decoro suponían la destrucción del "verdadero sentimiento de la naturaleza y la auténtica expresión". Y es que los extremos se tocan:
"Y si llegara entonces un burgués, un hombre que esté en un cargo público, y le dijera: ¡Estimado joven!¡Amar es humano, pero hay que amar humanamente! Distribuya sus horas; las unas para el trabajo, y las horas de descanso dedíquelas a su amada. Eche cuentas de su Hacienda, y lo que le sobre de lo indispensable, no le prohibo que lo emplee en algún regalo, pero no con demasiada frecuencia (...) Si obedece a este hombre, habrá un joven útil, y yo mismo aconsejaría a cualquier príncipe que lo sentara en algún Consejo; pero se acabó su amor, y, si es artista, se acabó su arte."
Tal es así, que solo nos queda compadecer a las nuevas generaciones a las que, a diario, bombardean el sacrosanto campo de su intimidad; aquel que hemos ido descubriendo de forma natural y moldeando a nuestro antojo los que ya tenemos cierta edad, sin más injerencias que la libertad y la protección que nos brinda nuestro ordenamiento jurídico. Aturdidos por el exceso de información, por el desdén de Grey, y por las normas de conducta que pretende la nueva política "irradiada por los núcleos" -círculos-, asistimos estoicamente a lo que se nos pretende vender como una necesaria evolución de una sociedad, cegada hasta ahora. Como decía Greta Garbo en la película "Ninotchka": "no quisiera ver a mi país en peligro a causa de mi ropa interior".
A.Valois.
Francamente me ha encantado lo que dices y como lo dices, felicidades, ha sido un placer leerte. Abzs
ResponderEliminarEl placer es mío. Es Vd. muy amable. Agradezco su tiempo.
ResponderEliminarUn abrazo.