sábado, 2 de agosto de 2014

El fisco abrumador



"Todo está en los libros", me dijo un amigo trasladándome las palabras de un conocido suyo, aficionado al coleccionismo de obras antiguas. Tal es así, que vuelvo a encontrar en una, editada en 1848, la relación entre el talento, el azar y la instrucción que, previamente, leí a Chateaubriand cuando ilustraba las edades de la aristocracia en "Memorias de Ultratumba".

Esta vez me puse en manos de Thiers, quien vincula la libertad a la propiedad y, esta última, al trabajo; considerando que, en el íter procedimental, es decir, en el ejercicio de nuestro trabajo, existe la posibilidad de fracasar -en una o múltiples ocasiones-, o conseguir el éxito, en función del acierto de nuestro instinto; para lo que insta a la observación y al aprovechamiento de la inteligencia. De modo que, entre líneas, deja al entendimiento la importancia de la autorrealización en el trabajo, que hace, al individuo, volar como un "águila hendiendo los aires". Y es aquí, donde -personalmente- creo que reside la clave, siendo la propiedad algo que deviene parejo y no un fin último para la libertad. Aunque, si bien es cierto, proporciona autonomía e individualidad.

"Un mal médico era sin saberlo grande arquitecto, conoció el error, y algún tiempo después, construyó la columnata del Louvre; otro que era mediano arquitecto, se apercibió de que servía para la carrera de las armas, emprende su vocación y gana la batalla de Heliópolis."

Thiers va incluso más allá, viendo un estímulo para el trabajo en la cualidad hereditaria de la propiedad -como norma general y fuerza sentimental-, pero, advirtiendo de su fungibilidad: 

"El padre que llegó a hacerse rico, deja ricos a sus hijos, y los coloca en posición más elevada que la suya (...) Si son dignos de sus padres, permanecen donde él los colocó, ascienden aún, y si no, caen, vuelven a ser pobres y se les ve mendigar en las puertas de los palacios, cuna de su infancia".

Ahora bien, ¿es suficiente el talento, el azar y la instrucción para poder vivir en paz en ésta, nuestra sociedad, en nuestros días, ante la hemorragia legislativa a la que estamos expuestos en el intento -aparente- de paliar la falta de competitividad que ha sorprendido a nuestra industria -en los últimos tiempos- causa -entre otras- de la última gran crisis?

"Trabaja y la ley te asegura y garantiza el fruto de tu trabajo. Trabaja, y lo que ganes con tus fatigas, lo que produzcan tus afanes, proporcionará tu bienestar y el de tus hijos", se dice en este estudio de la propiedad del S. XIX que estamos tratando.

He aquí la cuestión. Cómo proteger el fruto del propio trabajo, o incluso, el de nuestros ancestros cuando la estructura -que supuestamente ha de garantizar nuestro Estado de Bienestar- en la que nos vemos inmersos requiere más recursos de los que somos capaces de generar. Así pues, casi cadenciosamente, y bajo síndrome de Estocolmo, se ha visto expuesta a elevados tipos impositivos la clase media española desde hace años -bajo gobiernos de ambos signos-, no pudiendo lograr ingresos suficientes no ya sólo para la generación de puestos de trabajo, sino para el mantenimiento de sus propios bienes, viéndose en la imposibilidad del uso de la compraventa ante la inexistencia de demanda en el mercado por falta de liquidez y excedente inmobiliario. 

Pero lejos de aliviar la presión fiscal -ahora que, según dicen, ya no estamos al borde del abismo-, descubro con gran sorpresa, aspectos de la nueva reforma fiscal en proyecto que, en lugar de dar oxígeno a la clase media, subrepticiamente, la vuelven a penalizar o, en el mejor de los casos, mantienen las condiciones fiscales bajo las que se encontraba. Entre otras medidas, bajan los límites financieros para aportaciones a planes de pensiones, se sustituye la reducción del 5% de gastos de difícil justificación para actividades en estimación directa simplificada por una cantidad máxima de 2.000 euros -gran disparate para quien disfrute de rendimientos elevados y redacción ambigua para quien tenga ínfimos rendimientos-, se eliminan coeficientes de abatimiento -que suponían una ventaja para el agente económico no especulador sino ahorrador-, se elimina la corrección monetaria del valor de adquisición para ganancias patrimoniales, se elimina la exención por dividendos existente por importe de 1.500 euros, etc...Todo ello, a cambio de una testimonial rebaja de la escala en dos años y aumentos, en las mismas condiciones, de los mínimos personales y familiares -a los que se aplica la escala para ser descontados-.

Mi fidelidad a agrupaciones políticas liberales no me impide ver que, el centro, apercibiéndose de la escalada de la izquierda no ceja en su empeño de realizar erróneos intentos de desplazamiento hacia los extremos en boga -si es que, insisto, verdaderamente se atisba mejoría económica-, constituyendo ésto un gran error, dejando huérfanas las posiciones -para mi- de equilibrio. 

"Si por su cuota el impuesto fuese una manera hipócrita de confiscar la misma propiedad, sería entonces un verdadero latrocinio del gobierno, el cual sería castigado de él por el fraude del propietario", y mediante el voto, pues la mayoría quiso centro y no extrema izquierda.

A.Valois.


2 comentarios:

  1. Las medidas contenidas en este post podrán sufrir alteraciones por posibles cambios en el proyecto.

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